viernes, 23 de diciembre de 2016

RESCATE INESPERADO

 Cuando el vagón de tren descarriló y vi cómo se comprimía a mi alrededor, amenazando
mi existencia con una agónica muerte por asfixia, la ansiedad se apoderó de mi mente y
las contusiones se adueñaron de mi cuerpo dolorido.
  Durante los minutos siguientes a la detención del vagón, una terrible sensación de
angustia y dolor me atenazó mientras sentía cómo mi vida se escapaba lentamente de mi
cuerpo, que estaba perdido en un mar de miembros inertes de mis compañeros de viaje.
  Todo lo que pude emitir fue un agónico quejido, ya que mis pulmones estaban aplastados
por el peso de varios asientos apilados sobre mí y reforzados por el retorcido metal de la
abollada pared del vagón. Así supe que sólo yo había sobrevivido a aquella tragedia.
  Cuando el horror a la inevitable muerte se apoderó de mí, pude oir claramente unos
golpes en el exterior del vagón volcado. Rápidamente, unas enormes manos abrieron un
agujero y me sacaron de un tirón de mi prisión, al tiempo que el dolor me dio un latigazo
cuando fui movido.
  La alegría se apoderó de mí durante los segundos anteriores a ver quién había sido mi
salvador. Mas el horror volvió a mi mente al contemplar a aquel ser que, debido al saber
popular, reconocí como un licántropo. No obstante, le agradecí, con voz casi
imperceptible, su gesto. Pero él sólo respondió:
  - No me lo agradezca, me gusta comer la carne aún palpitante.


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